Pasó la mayor parte de su tiempo libre encerrado en una habitación, a oscuras, buscando siempre la respuesta a una pregunta que nadie había hecho. Se sentía sólo, sentado en su cuarto absorto, veía pasar las horas, con la mirada fija, clavada en el reloj, controlando el continuo movimiento de la aguja segundera.
Se sorprendió una calurosa tarde de un mes de Diciembre cualquiera, el reloj se había parado, ya no circulaban las agujas en un continuo circulo infinito, marcaba triste las cinco horas, treinta y dos minutos y cuarenta y siete segundos, comprendió que había llegado la hora, que ese era el momento, debía salir de casa, ver el mundo, debía salir a comprar pilas para el reloj.
GRACIAS.
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